El problema del punitivismo

No todas las instituciones de familia o los juzgados nacionales operan en una especie de complot feminista, sino que por el contrario, son oportunamente feministas, parcialmente, y ahí es donde aparecen y van sumandose de a poco las injusticias legalizadas contra los hombres. Por otro lado, los escraches tampoco son parte de una realidad que abarca a todos los hombres, sino que se manejan con la misma parcialidad que la justicia. Se teje entonces un halo de duda ¿Será que esto sucede realmente, o que las personas andaban en alguna cosa rara? Y como prueba irrefutable de que un dispositivo de disciplinamiento se ha instalado, uno de tipo punitivista, sucede que en realidad nadie quiere saber si son culpables o inocentes porque sobre todos cae la posibilidad de ser el siguiente. Por otro lado, las instituciones le sueltan la mano al sujeto denunciado o escrachado porque es más fácil desconocer los derechos básicos de ese sujeto, como el de la presunción de inocencia, que tener que lidiar con los problemas a futuro -problemas legales, con organizaciones políticas, con los organismos de control que los vigilan, etcétera-.

Pero después de las paso, donde la agenda de género y feminista del gobierno quedó desacreditada como «agenda que compartían todos», y después de las bombas que al movimiento feminista le vienen estallando en la mano, insisto, por culpa de sus líneas más radicales, liberales y punitivas, parece que al fin empieza el sinceramiento social de que “algo de eso había, pero bueno”. Porque detrás de toda creencia de que acá hay una conspiración feminista, tristemente lo que se descubre es una realidad mucho menos emocionante y banal: la única lógica que el sistema y sus instituciones encontraron para incorporar algunas reivindicaciones feministas, que pusieron en marcha, y que creían que iba a funcionar, era el castigo y la persecución. Y si pagaban justo por pecadores, mejor, porque el miedo disciplina y lanza una advertencia clara: “Vos seguís. Hacete el loco, y te va a pasar lo mismo”. Tantos libros, tanta teoría, tanto estudio, para terminar aplicando, políticamente, el mismo programa que el mediopelismo argentino que le tiene miedo al pobre.

Y sí, lo que ahora viene, va a ser medido en términos de una revancha. Ahora que el oído parece presto a escuchar, se viene el relato de los pibes que se mataron por falsas denuncias, los padres separados de sus hijos por falsas denuncias, los que terminaron en la miseria porque los echaron injustamente o les arruinaron sus negocios con escraches y al parecer, no, no eran culpables. Y ojala tengamos lugar para revertir el daño, para dar un lugar a las justas revindicaciones del feminismo y al mismo tiempo denunciar la tendencia punitivista que se expandió en su seno, que terminó siendo este radical femn horror show. Y ojala podamos evitar que una serie de fascistas terminen legitimando su discurso de odio sobre estos estallidos, que podamos sanar con debate, con preguntas sobre la perspectiva de género y su aplicación, y su relación con otros conceptos como la clase social y la justicia social. Porque lo que tenemos que detectar, reconocer, y extirpar de una vez por todas, es el discurso punitivista instalado en los movimientos políticos.

Queda demostrado, por los hechos recientes, que la lógica del castigo y el miedo tienen pocos kilometros para recorrer antes de estallar.


Deja un comentario